Tras años intentando animar mi vida sexual desistí y decidí escribir un diario. Quizá mi apuesto y frío marido era incapaz de darme la pasión que yo esperaba; después de todo, mis ex ya cumplieron con los niveles de testosterona que yo ansiaba y encontraba en mis novelas favoritas
, así que, si no podía tener ese nivel de pasión, al menos podía escribir sobre ello, ¿no? Nadie debía saberlo, iba a ser mi pequeño secreto. Pues ¿adivináis qué? Mi marido leyó el diario. ¿Y sabéis qué? Le hizo cambiar el juego. Bien.
Asesorada por mi mejor amiga, me sentí especialmente poderosa y empecé a poner a prueba sus límites con entradas en mi blog diseñadas específicamente para manipular el comportamiento de Ken
Al principio funcionaron
Hasta que dejaron de hacerlo. El resto hay que leerlo