«Y apareció. Si no recuerdo mal era un cincuenta y cuatro. Con el anuncio de Muebles La Fábrica en el lateral. Ya ves... Esto de los detalles que se te quedan grabados es muy curioso. Pues, con los compañeros y con otra gente que se añadió sin saber lo que queríamos hacer, lo paramos. Me acerqué a la ventanilla del conductor para decirle que hiciera bajar a todo el mundo. No dijo ni mu. Blanco como un papel de fumar. Supongo que más o menos como yo. Y, cuando no quedó nadie dentro del tranvía, di uno de los cócteles a un compañero y, una vez encendidas las mechas, los tiramos dentro. Uno por cada puerta. Y entonces sí que pies para qué os quiero, porque ya se oían las sirenas de la policía».